"La partida del militante sin bandera"
- Jonathan Huaroto
- 1 nov 2019
- 2 Min. de lectura

En el hospital de Milán, en Italia, el gran dramaturgo, literato, actor, empresario y pintor Darío Fo, falleció a sus noventa años. Siendo este mismo, galardonado en 1997 con el premio nobel de literatura. Aquel bufón que se burló del poder, en su centenar de textos teatrales que nos dejó como legado tras su partida.
El militante sin bandera, como solían llamarlo, se hizo reconocido con dos de sus obras: “Muerte accidental de un anarquista” y “Misterio Buffo”. En estas, el escritor denunciaba lo que se vivía en las calles, y con sus sátiras políticas y religiosas reflejaba a la perfección aquel clima de persecución. Que se vivía en Italia en la década de los sesenta y setenta.
El azote intelectual de sus obras, fue reconocido por el comité del nobel que lo tildaban por su forma de actuar. Tan parecida como los antiguos bufones de la edad media, para flagelar a la autoridad y defender la dignidad de los oprimidos del pueblo italiano.
Pero el propio Fo, era tan excéntrico que hasta ironizó acerca de concesión del galardón que se le otorgó. E incluso, en su discurso exclamó que el nobel de literatura debería ir a la academia sueca por haber reconocido el trabajo de un bufón. Pero él, dedicó aquel premio a su mujer, Franca Rame, con la cual tuvo una vida compartida en lo personal y en lo profesional, en el activismo y en la denuncia.
Darío era un hombre que no perdía su pasión por el teatro, la pintura, la escritura y el activismo que lo convirtió en un gran referente moral de la izquierda italiana. Que lamentaba cuando murió, el día en el que se casó estúpidamente con el poder. Pero a pesar de ello, él acudía día a día a su taller de Milán. Para transmitir su sabiduría a jóvenes artistas, puesto que para él era muy importante el darle ejemplo.
Aunque, a pesar de estar desencantado con la política. Él aseguraba de que todo seguía casi igual, todo seguía siendo el juego de la falsa democracia. En la que su bella Italia, se había convertido en una especie de polenta. Todo había sido mezclado y no existía ni punto de partida, ni mucho menos el de llegada, no había dignidad.
Sin embargo, pese a que en muchos momentos de su vida él era un hombre enfadado. Jamás fue un hombre triste, puesto que como solía decir, él tenía una vida exageradamente afortunada.
Tal vez, Darío Fo nos haya dejado, pero revitalizó el teatro, lo devolvió a sus orígenes populares y recuperó los valores sociales. Él utilizó siempre la risa para denunciar la opresión y dignificó a todos aquellos oprimidos por el poder. Sin duda alguna, el militante sin bandera es un gran ejemplo para las futuras generaciones de artistas y literatos.
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