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"Lo infante del alma" ​

  • Foto del escritor: Jonathan Huaroto
    Jonathan Huaroto
  • 1 nov 2019
  • 2 Min. de lectura

En los últimos años, la investigación en las ciencias humanas ha construido una visión fundada en la acción social. Subrayando, el papel sujeto en el estudio de la vida de la sociedad. En oposición a la deshumanización positivista, que reproduce una imagen objetivista, fáctica y hasta hace poco, dominante.

Así es, como una característica que singulariza la experiencia magistral, de Elvira García. La cual, es la visión crítica hacia la educación tradicional. Convencida de la urgencia de comprometerse y comprometer a los maestros en los cambios que la escuela peruana requiriera.

En este propósito, se adhiere vitalmente a los postulados de la escuela nueva. Difundiendo e innovando estas nuevas ideas, sobre el rol que deben asumir los componentes esenciales de la acción educativa. Como son el niño, el maestro y el contexto social acorde con una educación moderna.

En este quehacer, encontramos a Elvira García, no como una activista de la práctica educativa. Sino, como una pedagoga que incita a establecer la relación de la teoría con la práctica. En su libro, “El alma del niño”, cuyas ideas expresan una evidente intención reformista.

Así es como aborda en este propósito, cuestiones teóricas necesarias como son los fines de la enseñanza, los contenidos y las formas de enseñar. En sí, se estaba refiriendo a asuntos esenciales que tienen que ver con el para qué y cómo educar.


Ya que, como maestra, ella pone en el centro del debate el compromiso y entrega que el educador debe cultivar. De esa manera, se reconoce en la función docente la línea afectiva. La cual, contiene todo acto educativo como manifestación máxima, de lo que ella denomina como suma de amor.

En cuanto al aspecto social de la obra, es una convencida de la urgencia de abrir la escuela al entorno social. Marcando en esta relación compromiso y responsabilidades a lo que ella llamó solidaridad de deberes. En este objetivo, considera a la familia como una fuerza paralela. Destacándose en ella, el papel de la mujer como madre, atribuyéndole un alto valor formativo en la crianza y el diario convivir.

El abrir la escuela a la sociedad, denota ya en Elvira García, una visión holística sobre la educación. Señalando con claridad, que dada la magnitud del proceso educativo. La educación formal, no puede sustituir al papel que les compete a los padres en la educación de los hijos.


Como podemos apreciar, el pensamiento y práctica educativa de Elvira García. Traspuso las resistencias aldeanas, para transformar en acción al postulado teórico y reflexivo de la escuela nueva. Corriente ya influyente en la educación de otros contextos americanos, europeos y sudamericanos.

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